Llegúe con la lluvia hasta el jardín de mi amigo. Lo encontré agachado sobre el húmedo cesped buscando algo en él. Le toqué la espalda volviendose asustado. Encogió los ojos levantando la cabeza hacia arriba, para escuchar mejor mi voz. “¿Perdíste algo?” Le pregunté. “¡Ah, eres tú?” Me respondió apurado. “He perdí la vista de mi corazón cuando la hierba estaba seca, ahora la busco en su humedad.” Me agaché a su lado palpando en la tierra y palpando, palpando, encontré dos grande diamantes redondos unidos por un lazo. “¿Es esto lo que buscas?” Cogiendolos, se colgó la cinta al cuello y los diamantes… uno sobre el corazón y otro sobre su ojo izquierdo mirando a los míos.
Y así, se hizo la estrella matutina, brillando desde entonces, me despierto a su lado cada día.
MaLuisa