Son las seis de la mañana. Me como mi despertado para desayunar. Pasa el mismo tren a las seis todos los día. Por eso me comí el reloj, no lo necesitaba, solo me molestaba. Dos ventanas tienen luz. Dos ventanas tienen ojos. Cierro los míos para imaginar el futuro en la distancia del ruido del tren que ya pasó. Veo blancas margaritas en el campo como peligrosas minas listas para estallar. El tren continua a través del campo, donde las margaritas quedan rotas y negras.
MaLuisa